Hoy quiero tener mucho dinero, irme en avión a una playa espectacular, comer rico, nadar con los delfines, dormir en una hamaca, contemplar el atardecer y regresar a mi casa cuando el sol se haya ido a dormir. Como no lo puedo hacer, transformo en este instante mi realidad: el metro es el avión, no va a la misma velocidad, pero me lleva al destino seleccionado por mi. La playa tampoco existe (al menos en este momento), así que como siempre el mar me ha echo sentir bien, me acurruco en los brazos de mi novio y el resultado supera la fantasía (aquí los delfines ya no importan). El atardecer, lo contemplo desde la ventana de un apartamento que afortunadamente da a una montaña. Como en la playa se comen muchos mariscos y soy alérgica, mi sopa de verduras me mantiene sana y con los ojos en su tamaño real.
Solo es cuestión de ver los detalles agradables que te da la vida.
¡Igual quiero ir a la playa!